Vida Cristiana

La Libertad de las Aguas

Caminas a paso lento, cabeza abajo, llevas días pensando en cómo salir de esta y no encuentras una salida, todo da vuelta y te lleva al mismo pozo, día con día, noche tras noche. Has escuchado que existe la posibilidad de salir de donde estás, que hay una salida a todo lo que estás sufriendo, pero no lo has experimentado. Te han platicado de cómo se siente y que es lo que pasaría si tan solo abrieras tu corazón y tú solo dices en tu mente: “Cómo si fuera tan fácil.” Incluso alguna vez lo intentaste y visitaste una iglesia cerca de tu casa. 

La noche llega y tienes dos pensamientos encontrados que se replican: “Voy a salir de esto” y “No sé cómo voy a salir de esto”. Te repites a ti mismo, palabra por palabra, en un ir y venir de sensaciones internas que terminan en un cansancio mental.

 El cansancio te vence, te quedas dormido. Sueñas con mucha agua que inunda tu cuarto, pero no hay temor ni ansiedad en medio de esas aguas, solo te dejas llevar por el movimiento que te sumerge más. La presión del agua se vuelve más fuerte conforme vas bajando, presiona tu pecho con fuerza, experimentas dolor, como si algo por dentro se fuera a romper, desesperas un poco sin saber que va a pasar, pero sigues bajando, al siguiente instante escuchas un estruendo muy fuerte, como si un edificio se hubiera derrumbado, te das cuenta que el sonido proviene de tu interior y te sorprendes. Después. ¡Te asombras porque ahora puedes respirar profundo, sin dolor y percibes una sensación de libertad incomprensible, una paz que te llena por completo! Despiertas y tratas de analizar el sueño pero sin lograrlo, te levantas de la cama, tu cuerpo se siente cansado, respiras profundamente y recuerdas la misma sensación de paz que en el sueño tuviste, caminas hacia la ventana y te asomas, la luz del sol te ciega por un instante y llegan a tu mente las palabras: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. Recuerdas que las escuchaste en la iglesia que visitaste. Ahora este es el pensamiento que se replica en tu mente durante todo el día. Llamas a tu amigo que te decía que solo abrieras tu corazón, le platicas tu sueño y le repites las palabras que han estado en tu cabeza durante las últimas horas, él sabe lo que significa y te dice: “Tienes que bautizarte”. Reconoces que debes de hacerlo, que eso es lo que necesitas para dejar de vivir como has hecho. Accedes. 

El día de ser bautizado llega, el agua está ahí, la miras, entras, el agua sobrepasa tus hombros, el pastor toma tus manos y las pone en tu pecho, te sumerge... ahora, vives tu sueño.

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