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Acerca de la legalización del uso lúdico de la marihuana.

Desde un punto de vista de una familia que fue trastocada por el abuso de las drogas, la legalización de la marihuana no suma, no resta, sino multiplica el malestar.

Es cierto que solo se permite cargar 28g del enervante, pero esto es querer tapar el sol con un dedo, o querer esconder el efecto domino que se genera al permitir el consumo “medido”.

Es cierto que se puede usar para fines médicos, en dosis controladas y con un fin muy específico, pero las mismas personas que promueven el uso lúdico para este enervante, saben que hay un riesgo en el simple consumo y es por eso que la secretaría de salud interviene.

El simple consumo con un fin desmedido es el que lacera al individuo, la familia y la sociedad,  no es necesario ir más allá, el uso de cualquier droga afecta al consumidor y a los que le rodean, eso lo sabemos.

En un lugar carente de fuerza de voluntad y determinación para hacer lo correcto y decidir por el bien propio, ni si quiera por el común, no se puede confiar en que no se abuse de la droga.

Conozco casos de personas que sus propios cuerpos pedían más, pero la parte consiente de sus vidas, o lo que quedaba de ella, pedía parar. Su vida se volvió un martirio en esta tierra, su andar en una pesadilla que no querían vivir.

La dependencia se vuelve más fuerte y para romper con ella no he conocido poder mayor que el de Dios. 

He visto el poder de Dios en vidas que llevaban años de dependencia a la marihuana y que de un día para otro ya no sienten la ansiedad ni la necesidad de drogarse. 

He visto familias restauradas a partir del poder de Dios que rompe las cadenas de la drogadicción.

He escuchado de padres que se ausentan de casa por el abuso de las drogas, pero también he escuchado de padres que piden perdón a sus hijos por no haber estado con ellos y empezar a vivir como familias plenas y felices.

He visto matrimonios restaurados a partir de un toque de libertad por parte de Dios, matrimonios que ahora ayudan a otros a salir adelante en situaciones de drogadicción.

He visto el gran poder de Dios que cambia vidas radicalmente y no creo que la solución sea legalizar un psicotrópico.

La solución es Cristo supliendo la necesidad, la solución es Cristo dando libertad.

Podemos evitar que generaciones crezcan pensando que el escape de la realidad está en 28g de una planta o que la necesitan para sentirse mejor, presentemos  el poder de Dios para vivir mejor. 

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