Vida Cristiana

La Convicción del Mensajero

Camina un joven en medio de un gran desierto, tiene la encomienda de entregar un mensaje muy importante para el Rey. Lleva consigo una responsabilidad muy grande, no conoce lo escrito en el papel, pero sí al destinatario.

Son más de setenta kilómetros de pesado andar, su viaje inició al revelarse la luna y ahora sigue el sendero marcado por las estrellas, sus pies recorren una distancia muy corta a cada paso.

Mientras el tiempo pasa y la luna sigue su curso, el viaje parece más largo de lo que es. De pronto él se ve sorprendido por el viento que levanta el polvo de aquel árido lugar, cubre la boca con su shemagh, entrecierra los ojos para evitar la ceguera total. El viaje se torna difícil en ese punto.

Seis horas más de camino aguardan por él. El desierto es hostil e inclemente, pero el joven tiene en alto su labor y conoce la ligera e invaluable carga que lleva; tinta plasmada en hojas de papel que algunas veces contienen buenas y otras veces malas noticias.

Es mitad de la noche, su cuerpo se debilita por la larga jornada, sus pies arrastran un poco, ahora su voluntad solo se sostiene por la convicción de agradar a su rey.

Al contrario de su cuerpo, su pensamiento se torna objetivo, a temprana edad fue enseñado para ese preciso momento y no sucumbir ante la debilidad, ahora, su corazón late por cumplir con la tarea encomendada, su alma cobra ánimo, su visión se agudiza para captar las sombras que puedan amenazar su camino, sus pies responden al impulso del momento, es tiempo de avanzar más rápido.

Al amanecer, su camino se ha acortado lo suficiente como para vislumbrar el destino anhelado, se detiene un momento, toma un poco de agua, levanta su mirada al cielo en señal de gratitud al Todopoderoso que lo guardó en su camino y corre hacia la puerta del palacio.

Dos soldados resguardan la enorme y bella puerta tallada a mano, detienen al muchacho y uno de ellos pregunta por su finalidad en ese lugar, el joven responde y extiende la mano para entregar el sobre cerrado, la expresión del soldado denota la importancia de este, lo toma y corre al interior del palacio gritando por el rey. Lo encuentra y entrega el sobre.

El joven, sin poder entrar, observa a lo lejos, esperando con ansias la reacción de su rey. El rey abre el sobre rápidamente, lee el mensaje y al momento su rostro se ilumina con una gran sonrisa. El joven no conoce lo escrito, pero intuye que las palabras leídas son buenas. Una satisfacción enorme lo invade, suspira aliviado y también sonríe… ha cumplido con la convicción de agradar al rey.

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *