Vida Cristiana

La Parábola de la Semilla

Sopló el viento y con suave brisa elevó a la semilla, la llevó por lugares altos y bellos para enseñar lo que por sí sola no podría alcanzar. Le mostró el horizonte vertical, al que solo se llega por confiar en la fuerza del viento.

La semilla no tenía las características de un gran navegante, pero conocía la carga en su interior, su deber radicaba ahí, muy dentro de ella.
El viento sabía de los vagares por valles y montes que desviaban el mirar de la semilla.
Para ella, el horizonte vertical parecía muy alto, inalcanzable, más tenía claro que con aquello invisible que el viento proporcionaba, lograría llegar.

Un día, ella tuvo a bien dar un paseo por los valles, se dejó llevar por su instinto, entonces, de repente, una tormenta la tomó por sorpresa. Jamás en su corta vida lidió con gotas de agua para salvar la tan preciada carga en su interior. Gotas pequeñas y grandes caían a su rededor. Temerosa y tambaleante, logró refugiarse en una pequeña grieta, miró al cielo con arrepentimiento por su imprudencia. Perdería todo por un paseo en el valle.

Su mirada llegó al sentir del viento, que sin pesar alguno, hizo por ella en un instante, la tomó de entre la grieta y con un suave soplo la guió esquivando las gotas de agua. Mientras el viento la guiaba, el susurro de sus palabras apacentaban el viaje y decía:
-No busques en lo verde del valle o te impresiones por la belleza del agua en el río, no te impacientes por el fruto que darás, mira tu esperanza en el horizonte vertical.
-Temido es tu poder y tu alcance sin medida, mejor es esperar siempre por tu guía -Suspirando respondió la semilla.
-La lluvia abrió surcos en la tierra, este es el tiempo que esperaba para ti, porque sembrada serás en tu lugar. -Dijo con amor el viento.

Después, al pasar los años, ella creció junto al río hasta alcanzar el mayor tamaño en su especie. Conocida ahora como el árbol de mayor fruto; su copa se elevaba tan alto que parecía que tocaba el cielo.

Acercándose al árbol, el viento dijo: – Ahora que lo ves por ti mismo, fija tu mirada hacia el horizonte vertical, donde la esperanza se une con la eternidad.

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